FUNDAMENTOS DEL NACIONALSOCIALISMO
Las Bases del Nuevo Orden Alfred Rosenberg TEXTO OFICIAL DEL NSDAP Título del original en alemán Das Wesensgefüge des Nationalsozialismus. Grundlagen der deutschen wiedergeburt. Versión castellana de Eva Pardo de la Cruz 1. LAS PREMISAS Enigmático y alarmante es para muchos el crecimiento gigantesco del Movimiento nacionalsocialista. Ante sus cada vez más escasos adictos, los representantes de las ideas anteriores a 1914 y los defensores del sistema político hoy imperante, se esfuerzan en "explicar" el desarrollo de un fenómeno antaño objeto de burla ahora con razón temido , tratando de neutralizar de algún modo la influencia hipnótica, la atracción irresistible que ejerce la nueva idea no sólo sobre sus creyentes sino sobre todo el pueblo. Con ese propósito se recurre al artilugio de que ello se debe a acontecimientos "pasajeros" tales como la penuria económica y el estancamiento comercial. Para completar tan infantil argumento a continuación se anuncia junto con las promesas de tiempos mejores la pronta desaparición del "síntoma de enfermedad nacionalsocialista. Todos estos críticos del Nacionalsocialismo pasan deliberadamente por alto que la gran crisis de nuestro tiempo es ya de por sí signo de enfermedad, xpresión de la índole más terrible, imagen exterior de un derrumbe interior, testimonio, asimismo del imperio de un espíritu que ve en el lucro económico su más alto bien. Y como tal posición anímico intelectual contraría la estructura orgánica de toda vida comunitaria, el pecado de una generación carente de valores se traduce en catástrofes políticas y económicosociales. Como últimas consecuencias aparecen, entonces, en el horizonte del futuro, dos posibilidades:que los engañado por la inescrupulosa ética mercantilista se desliguen definitivamente de los conceptos que aún los atan a la Comunidad lealtad, espíritu nacional, honestidad, etc., y en rebelión violenta hagan pedazos un mundo o que en otro núcleo se concentre la fuerza moral en una voluntad férrea para restaurar la ley de la naturaleza y la ley de toda alma grande, en cuya escala de valores el lucro no se halla en la cúspide sino que ocupa el lugar más bajo. Por lo general, en épocas cruciales del destino se concentran ambas fuerzas y la lucha, de ese modo, no es eludida por compromisos sino llevada a cabo hasta su definición. El resultado de este combate decide por siglos, a veces para siempre, la ulterior evolución histórica de un pueblo o de una raza. En un periodo de transformación de ese carácter nos encontramos en el presente. El orden social ha sido destruido por las ideologías que han colocado el yo absoluto en el centro de todas sus construcciones. Ningún concepto reúne a los individuos; la legislación es manejada por los agentes de los especuladores; Ya no hay hombres de Estado sino solamente síndicos de consorcios, trusts y monopolios, es decir, sujetos lisa y llanamente comprados, pertenecientes a la clase de los más despreciables delincuentes, el derecho y los jueces han sido rebajados a instrumentos del más estrecho espíritu partidista. Los últimos sostenes de la confianza nacional son de está manera socavados por los mismos que gobiernan en una época de decadencia. De lo contrario, los individuos que frecuentemente pronuncian conferencias acerca de la economía mundial, deberían estar sentados en banquillos de presidiario. Pero, esta corrupción de los seudodirigentes relaja también, cada vez más, la hasta ayer existente fidelidad de las masas dominadas y llegamos de esa manera, al mencionado día de la decisión: el caos o la pronta reflexión para librar la batalla de la liberación social. En el segundo caso, la gran masa comenzará en la incipiente controversia por la critica de los prejuicios directamente comprensibles; algunas mentes investigarán más profundamente para detectar las condiciones bajo las cuales se realizó la decadencia y sólo uno, o bien muy pocos, darán a luz en el tiempo apropiado, la nueva idea que puede volver a conducir a un pueblo hacia la plenitud. Los pensamientos afluyen como hijos de Dios, nadie puede indagar su origen por la vía de la experiencia pura. Y sin embargo, en las concepciones sobre el nacimiento de una idea se evidencia la postura intelectual característica de diferentes personalidades, pueblos y razas. Es puramente superficial la muy difundida tesis de que después de una “época de liberalismo” debe a hora nacer, en una secuencia ”fatal", el "nuevo pensamiento". Antes bien, esto tampoco es correcto en el plano histórico, pues con demasiada frecuencia semejante idea salvadora no fue engendrada dado que pueblos de la máxima fuerza cultural sucumbieron para siempre en el fuego de las luchas sobre esta Tierra. Nosotros, los nacionalsocialistas, no creemos que una idea ha descendido sobre nosotros "fatalmente" (schicksalhaft) de alturas nebulosas, no nos sentimos "predestinados", tal como es la pretenciosa profesión de "humildad" de muchos, sino que lo que nos sostiene es precisamente la conciencia viva de lo que se va plasmando orgánicamente de abajo hacia arriba, el saber íntimo de que en nuestro pecho han ascendido ideas y valores que nos empujaron al testimonio potente, a hazañas, sacrificios, victorias. La hermosa concepción alemana de que no es el "destino" sólo lo grande, sino el valor que lo sobrelleva inquebrantado, revela una posición anímica que en último término es una cuestión de carácter , cuya investigación conduce luego al misterio de la sangre ligada con el alma. Los hombres que creen tener que obsequiarnos con una idea mágica, se declaran fanáticos luchadores contra el concepto materialista de la causalidad, pero lo introducen nuevamente a través de su dogma, socavando de esta forma la dignidad del nacimiento de una idea en el corazón humano, que siempre será un misterio. Ahora bien: toda gran idea según Goethe se manifiesta dando leyes. Toda visión de conjunto verdaderamente grande, empero, es siempre un fruto intelectual y ético de una personalidad. En el mejor de los casos las vivencias de una época confluyen por intermedio de unos pocos, no por yuxtaposición sino porque provienen de un similar anhelo, de igual carácter, del mismo mito (1) de la vida. Una idea necesita en este mundo para su representación de un cuerpo. De este impulso interior se originó el Partenón cómo la Sixtina y la Novena Sinfonía. El ser humano, la idea y la obra constituyen una unidad espacialtemporal que jamás puede separarse. Este entendimiento fundamental también es válido allí donde el hombre es tanto sujeto como objeto, donde la vida humana fluye, donde un número cambiante, por lo tanto, debe ser encarnación de un pensamiento. Aquí se coloca en lugar de la obra, por consiguiente, el hombre mismo. El Movimiento Nacionalsocialista ha experimentado su propia ley, de acuerdo a la cual se ha presentado, a partir de los primeros días de su existencia: Sangre y Suelo, la premisa de toda acción; Personalidad, la coronación de un pueblo, Conducción frente a la nivelación democrática; lucha total y hasta el fin contra el marxismo, ya sea socialdemocracia o bolchevismo; relevo de la capa burguesa, incapaz de una nueva selección de la Nación. etc. Pero, hasta que una concepción del mundo pueda llegar a erigirse en el marco determinante de la creación y formación comunitarias, está unida inseparablemente con su fundador viviente. Esto es algo que todo aquél que construye y posee pensamientos propios entiende sin más, pero es también fácilmente aprehendible para el carácter germánico, aún para el hombre más simple. De ahí que ciertos sectores, auténticos enemigos de un levantamiento orgánico” intentan negar desde ese ángulo a la nueva manifestación vital nacionalsocialista, puesto que después de reconocer aparentemente la "magnitud de la idea”, atacan al Führer y a los dirigentes del Movimiento. Esto prueba inequívocamente que no estamos aquí en presencia de motivaciones “ideales", de “fidelidad a ideas” sino frente a individuos típicos exponentes de la civilización cosmopolita surgida en las metrópolis capitalistas que no entienden ni comprenden nada de una idea ni de grandes personalidades por lo que tampoco son capaces de valorarlas. La incomprensión del desarrollo de una nueva y grandiosa voluntad, hace que más de uno que se ha unido recientemente a la Organización sin estar debidamente consubstanciado con su doctrina, crea cándidamente que el Partido es un cómodo foro para sus planes y planecillos a los que hasta el presente, desgraciadamente, nadie ha prestado atención. A esta gente, por lo general, les gusta hablar de "la idea", imaginándose al respecto sólo los productos de su fantasía, y consideran al Movimiento sólo como objeto de prueba al que urge incorporar sus geniales tesis hasta hoy ignoradas. A estos elementos, obviamente, les resulta sumamente desagradable e intolerable la personalidad de un auténtico Führer, el que aquí existan ya idea y forma, puesto que esto impide todo intento de asumir una pose. El sospechoso celo por la “fidelidad a la idea" esconde el propósito de colocarse a sí mismo en el lugar de los creadores. Para que una doctrina y esto es una ley eterna pueda llegar a plasmarse en la realidad y adquirir la dureza del acero, previamente debe ser llevada por un conductor a través de las llamas del tiempo. Todo el que esrealmente fiel a esta idea insistirá por eso, en la inseparabilidad de Führer e Idea y estará acorde en reducir a la más férrea disciplina a individuos como los de tipo mencionado o si ellos no poseen el carácter necesario en la necesidad de apartarlos sin conmiseraciones. Son precisamente las personalidades más fuertes y más conscientes de un nuevo y poderoso movimiento espiritual, las que no admiten hacer de una organización nacida en medio de enormes sacrificios y dolores, un club de debate público, de personas indecisas, que confunden palabrería consolución de problemas. La Idea está firme, indisolublemente ligada alFührer, de quien brotan las decisiones destinadas a seres humanos y no a abstracciones sin sangre que dan al mundo un nuevo rumbo. En el reconocimiento interior de la Idea singular reside la genuina exteriorización de la libertad, ésta es, por tanto, la postura interna del nacionalsocialista. La fidelidad como ella es, entonces, fidelidad a sí mismo. Y la fuerza de esta Idea común se incrementa con el apoyo del Führer en la lucha contra la decadencia de nuestra época, en la batalla por un gran porvenir. Esta unión orgánica entre Idea, Führer y Séquito, que pasa por todos los planos de las posibilidades humanas, debe tenerse siempre ante los ojos para no malinterpretar la imagen total del fenómeno nacionalsocialista desde el comienzo. Y sólo desde aquí se halla el camino a la profundidad de su contenido ideológico. Una rebelión que acometa contra ciertas manifestaciones de corrupción en sí no significa nada. Una "revolución" que después de la existencia multimilenaria de un pueblo predica "pensamientos absolutamente nuevos” pone de relieve que es inorgánica y enemiga del pueblo, porque cuando un pueblo no ha sostenido determinados pensamientos en todo el curso de su historia, no ha servido a ciertos valores, queda evidenciado que tales pensamientos y valores no pertenecen a su modo de ser. Una Revolución sólo es auténtica cuando es el medio para la restauración de los valores eternos de una Nación. Y precisamente esto es lo grande del Movimiento Nacionalsocialista, puesto que él es el pensamiento popular alemán unificado dentro de las formas de nuestra época. Por eso nos sentimos absolutamente unidos a todo lo magno que antaño fue el orgullo de los alemanes, por eso nos sentimos enemigos de todo aquello que pretende adulterar el núcleo esencial de lo germánico. Dentro de las formas de nuestra época queremos actuar. Es decir, que rechazarnos a aquellos maestros seudonacionales faltos de sinceridad que por incapacidad de afirmarse en el presente, quieren encontrarsatisfacción en la imitación de las formas del pasado. Nosotros, los nacionalsocialistas, aceptamos como pleno corazón nuestra época, porque nosotros mismos nos sentimos como elementos del renacimiento. Sabemos que la Gran Guerra de 191418 pervivirá como un magno hecho mítico sin igual en la memoria de las generaciones venideras. Estas observarán que después se extendió un caos casi sin esperanzas sobre los predios de Alemania hasta que aparecen las columnas del Nacionalsocialismo y entonces la Nación alemana vuelve a tomar conciencia histórica de su destino y vive el más portentoso y profundo resurgimiento. No lo que hacen otros determina nuestro juicio sino lo que representamos nosotros mismos a través de la palabra, la voluntad y la acción. Sólo esto nos da la pauta para la valoración de nuestro tiempo.
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Re: Fundamentos do nacional socialismo
Recién el que comprende esta fe y la exclusividad pronunciada y fundamentada de esa fe, podrá incorporarse. Y únicamente el que participa en la vivencia de la lucha de la sangre y de los valores del alma racial germánica que despierta, sólo ese es capaz de dar un juicio sobre nuestras intenciones. Mediante la reafirmación y centuación del valor del carácter es realmente como se tiende el puente entre el pretérito del pueblo alemán, aún el más remoto y el presente. 2. FILOSOFÍA RACIAL Y ESTRUCTURA ESTATAL Todo movimiento espiritual, por vasto y complejo que sea, se basa siempre en muy pocos pensamientos nucleares, por lo general, no más que en uno solo. Esto no es signo de pobreza sino de riqueza, un testimonio de autenticidad moral y de fertilidad orgánica en contraposición aleclecticismo, vale decir, a los métodos de quienes creen poder construir sobre heterogéneas y contradictorias ideologías un sistema superior. Precisamente estos intentos seudointelectuales que osan criticar con presunción todo lo demás como "carencia de espiritualidad” son los síntomas de una decadencia del poder creativo. La naturaleza no reúne bajo presión numerosos gérmenes de vegetales de distinta especie sino que forma de un grano de semilla la espiga y luego los múltiples frutos. Exactamente de la misma manera se generan las genuinas construcciones en todos los ámbitos de la vida, sólo ellas posibilitan los grandes descubrimientos cuyos efectos multiplicantes se esparcen posteriormente sobre todas las manifestaciones existenciales. La uniformidad artificial de las diversidades naturales, en el terreno político, se llama democracia. Bajo casi todas las condiciones históricamente observables, ella se nos presenta con la forma política de la decadencia racial de un pueblo fuerte y creativo, que por su intermedio transfiere a los grupos específicamente distintos generalmente inferiores los mismos derechos que antaño lograra combatiendo, premisa obligada de toda verdadera plasmación del mundo. Es en medio de semejante descomposición ética y racial cuando relampaguea a veces en cerebros superiores, la noción sobre la esencia de esta decadencia como, por ejemplo, Platón en el período helénico tardío, cuando proyecta su Estado sobre un severo fundamento racial, comprendiendo seguramente que la sangre nórdica (2) de los griegos había desaparecido a consecuencia de la mestización y las guerras. Fue demasiado tarde para la Hélade, como había sido demasiado tarde para la India y el Irán y como posteriormente, llegará a ser demasiado tarde para Roma. El conocimiento de que la "eterna noche" del caos de pueblos se habría extendido por Europa si el germanismo no hubiera aparecido en el mundo, es el mayor descubrimiento que se opera en las postrimerías del siglo XIX y el mérito corresponde a H. S. Chamberlain que más tarde se pronunciaría decididamente por el Nacionalsocialismo , quien entrega al pueblo alemán los resultados de su investigación. El desarrollo de la ciencia racial y de la doctrina de la herencia expresado en una vasta literatura, profundizó el análisis dando forma cada vez más precisa a sus nociones. Que todo esto, empero, no quedase reducido a letra muerta, a mera literatura, sino que ha llegado a ser vida pletórica para ya hoy millones de alemanes, es el mérito histórico de Adolf Hitler y del movimiento popular nacionalsocialista. Cualquier cosa que pueda traer el futuro sean cuales fueren las formas políticas, económicas y sociales, las soluciones transitorias, las dificultades y las luchas bajo las cuales este Movimiento perseguirá su meta, este mérito histórico está ya hoy fuera de toda cuestión. Todos los que bregaban individualmente en los países alemanes, anhelando la forma en el caos, buceando en las profundidades del alma en busca de los motivos del gran derrumbe de 1918, convergieron inevitablemente en un movimiento que, ayer escarnecido y vilipendiado, luego proscrito y perseguido, había nacido con audaz esperanza en pocos corazones precisamente en la hora de la más profunda humillación de Alemania. Pero la esperanza seguramente se hubiera perdido si no hubiera estado fusionada con la fe férreamente cimentada de seres humanos del mismo linaje, que en mil ciudades y pueblos alemanes anhelaban algo similar, si la vieja sangre no hubiera continuado siempre rumoreando en aquellos que combatieron en la Gran Guerra y que tomó vida en los descendimientos de los caídos.Esta fe en el valor de la sangre, la base primigenia de la cosmovisión nacionalsocialista, no es por cierto, ningún “materialismo chato" como con frecuencia arguyen los liberales, manchesterianos, sino que posee una dimensión absolutamente diversa y profunda.En lo esencial significa que una determinada alma creadora, un carácter de cierta índole, un tipo especial de actitud intelectual guarda siempre relación con la raza. No es casualidad que la figura genialheroica de Sigfrido sea una creación y un modelo del germano así como el estafador y ladrón, la imagen ideal del judío. No es casualidad que la noción del honor constituya el máximo valor en los bardos de la Edda, en el poeta de la canción de Hildebrando, de Gudrun y de los Nibelungos y que se expresa bajo otra forma la de la veracidad absoluta del investigador en Leonardo y Copérnico hasta que encuentra en el Fausto su transfiguración más poderosa. Y a la inversa, no es casualidad que el código moral judío Talmud, Schulchan Aruch eleve la estafa a perpetrarse en el no judío, a directriz de la moral racial judía. No es tampoco casualidad que el portador de la noción del honor sea un ser esbelto, alto, de ojos claros, pleno de vigor y que los descendientes del Padre Jacobo, por el contrario, sean figuras torcidas, de pies planos, negroides, de cabello encrespado. No es casualidad, en fin, que los espíritus nobles y guerreros de Palas Atenea y Apolo sólo pudieron ser representados tal como las mujeres del frontón del Partenón muestran la cabeza de Zeus, mientras que los espías proasiáticos se encuentran encarnados en el Tersites de Homero como en las posteriores pinturas de vasos - como mercaderes orientales portando sus sacos. Desde esta concepción fundamental surge una nueva y verdadera interpretación de la historia mundial. Ahora ya no calificarnos cualquier clase de “círculos de cultura” como un todo; ya no nos afanamos desesperadamente en llevar a un denominador supuestamente común las distintas fuerzas inventando una armonía imposible. Repentinamente reconocida, la lucha entre los diferentes y antagónicos grupos raciales es lo que se nos aparece hoy como lo esencial. Johann Jakob Bachofen, intérprete de los mitos de Grecia, acuñó la expresión “cultura de pantano" para designar un estadio histórico que creyó haber encontrado durante el análisis del prehelenismo. Según ello, en esa época no había Estados firmemente consolidados ni tipos precisos de estructura social. (Se desarrolló en dicho lapso la adoración a las "diosas de la Tierra”, especialmente a Isis, cuyo culto se practicaba en los juncos del pantano). De esa masa amorfa se había alzado luego, según el citado autor, la imagen del helenismo hasta que también éste volvió a la "cultura del pantano". Bachofen creyó haber descubierto aquí una ley según la cual toda cultura se retrotraería finalmente a su punto de partida. Afirmó, por lo tanto, algo similar a lo sostenido por el liberalismo: que de cualquier cosa puede surgir todo. En realidad, la cultura griega no nació de la pregriega sino que en dura lucha la superó y venció. El derecho paterno nórdico triunfó sobre el matriarcado no nórdico, los dioses de la luz y del cielo subyugaron las diosas de la noche y de la tierra. El matrimonio triunfó sobre el colectivismo sexual, la forma, finalmente, sobre el caos. Y cuando Grecia sucumbió no volvió a sus comienzos sino que se hundió en la confusión de pueblos del Asia anterior y Africa. La delgada capa señorial nórdica de los helenos fue absorbida por la supremacía veinte veces mayor de los antiguos sometidos. y con el portador del carácter homérico desapareció para siempre también la imagen anímica del hombre griego. Esta lucha de las diferentes almas raciales es para nosotros el punto nuclear de la historia mundial y de la cultura humana. Esta óptica nos muestra con una luz muy distinta a los grandes hombres del pasado y también de un modo completamente distinto juzgamos ahora la historia alemana así como la esencia de las luchas espirituales y políticas de nuestro tiempo. Por eso es inadmisible la división de las edades históricas en "antigua", “media" y ”moderna", puesto que ello presupone una evolución en línea recta, donde una época sucede a la otra continuándola. Para nosotros siempre comienza una historia nueva allí donde una nueva especie humana ha vencido sobre otra. Con la victoria del germanismo sobre la Roma decadente, en la consolidación de esta victoria, en la estructuración de aquellos valores que nos legaron los Teodorico y Stilico, los Otones, Federico II, los poetas de las epopeyas heroicas y los constructores de las catedrales, reside para nosotros también la esencia de unainterpretación alemana de la historia. Tiene su cartabón en el examen del problema, el verificar si una personalidad o un hecho sobresaliente ha elevado, acrisolado, fortalecido o no el alma germánica. De ese modo, más de una figura destacada de nuestro pasado si bien no desaparecerá de la consideración popular, será ubicada en otra posición. Lo que antes quizá despertaba amor, hoy generará rechazo, como también aquello que no ha sido valorado, ocupará el centro de nuestra devoción. Esta forma de interpretación no es subjetiva ni injusta como hemos escuchado infinidad de veces sino que responde a un análisis científico y objetivo y, por otra parte, nuestros críticos tampoco colocan en un mismo nivel a hechos y hombres del pasado como simples cronistas sino que también, por cierto, valorizan a los mismos, ya sea desde el punto de vista de un utópico "humanismo", como desde el prisma de un ideal políticoreligioso. Justo es sólo para nosotros, examinar a aquellos hombres artistas, pensadores, descubridores, creadores de Estados según las consecuencias que sus acciones han acarreado para el pueblo en cuyo seno nacieron.Esta verdadera justicia no ha sido caracterizada por nadie más agudamente que por Nietzsche: "la imparcialidad y la justicia no tienen nada que ver la una con la otra", expresó; la imparcialidad es la "fría y despreciativa neutralidad del llamado hombre científico”. Así como somos estrictamente veraces con respecto a los auténticos documentos del pagado, así también hoy finalmente volvemos a entender que escribir historia significa de la misma manera valorar, para poder plasmar de esa forma en el presente la historia del futuro. La lucha en este presente es negación enconada, por un lado y ardiente afirmación por el otro. El nuestro es un intento gigantesco emprendido con los medios del poder político para llevar nuevamente a la victoria, en contra de la ciudad mundial sin sangre y sin raíces, las leyes de la naturaleza aristocrática y los mandamientos de la sangre germánica. Vida y política, por tanto, no son tema para debate en la mesa de conferencias sobre pretendidas "convenciones nacionales” de índole económico internacionalista sino la pugna entre los valores del carácter contra los faltos de carácter, entre la forma y el caos, entre el ser y el noser. Esta postura tiene su expresión en el artículo 24 del Programa Nacionalsocialista, que coloca el sentimiento ético germánico en el centro de toda valoración.El artículo 1º de la Constitución de Weimar dice: "El poder estatal parte del pueblo." Esta es la forma de expresión del liberalismo que después de la “abolición" de la monarquía pasó a la prédica de una nebulosa e intangible “soberanía popular”, promulgando como "opinión popular” la edición puramente mecanicista de los votos emitidos. Todo el razonamiento estatal estriba, por ende, en la falsa premisa de que la cantidad garantiza la calidad. La valoración, como puede verse, no constituye el fundamento de este esquema liberalmarxista. (El pensamiento político de la Alemania monárquica no se diferenció, en lo esencial, de estas concepciones materialistas). El principio estatal nacionalsocialista, que constituiría el preámbulo de una nueva constitución, rezaría aproximadamente del modo siguiente: ¡El poder estatal del Reich alemán radica en la salvaguardia del honor nacional! Con ello se crearía una apropiada escala de medición para juzgar toda actuación política. Hoy existen partidos cuyos basamentos rechazan íntegramente la idea del honor nacional y que hasta exigen el "derecho" de la traición a la patria y se hallan dirigidos por sujetos que en un ordenamiento comunitario alemán, se hallarían desde tiempo atrás tras los muros de un presidio. Por este motivo toda nuestra vida política es anárquica, carente de estilo, sin meta, siempre vacilante puesto que se haya determinada por mayorías parlamentarias cuyos intereses se excluyen recíprocamente, cuya disparidad es encubierta por compromisos transitorios. En el Reich venidero del Nacionalsocialismo aunque, en caminos y ámbitos diferentes, los hombres lucharán por idéntica meta o deberán ser desplazados. Y la meta es y será siempre la misma: la salud, la dignidad y la libertad del pueblo alemán. Ahora bien: sólo pueden estar acordes en la meta los seres humanos que posean afinidad en su modo de ser, sólo aquellos que sean capaces de sentir vívidamente la comunidad de sangre y de destino de todos los alemanes. Por eso, la exigencia de nuestro Programa de que sólo los connacionales (Volksgenossen) pueden adquirir derechos cívicos, no es una “irrupción de chauvinismo reaccionario” sino la forma más elemental y natural de la autoconservación. Por el desprecio de esta ley vital sucumbió el viejo Estado, el ”Segundo Reich", y se hundirá Alemania en su totalidad como unidad espiritual, política y étnica, si no se produce el apartamiento sistemático de los factores extraños #moral y biológicos - a la alemanidad, lo cual puede acaecer solo en una nueva conducción estatal consciente de sus fines. Adolf Hitler ha señalado de modo reiterado que ninguna revolución es duradera y benéfica si no cumple con los objetivos que se indican: 1º) ampliación del espacio vital. 2º) mejoramiento biológico del material humano. De ahí la comprobación de que los judíos no pueden ser Volksgenossen lo cual constituye una exigencia natural y lógica para un auténtico Estado popular (Volksstaats) alemán. El judío es, en cualquier sentido, intermediario. Mediante especulaciones bancarias y bursátiles, a través de "grandes tiendas" con mercaderías de inferior calidad, merced a dobles derechos cívicos, etc., y en razón de su peculiar carácter, ha llegado a ser una gran potencia del dinero. Y el dinero en la democracia significa poder, influencia política, ingreso en la "sociedad". De este modo, el ser nacional alemán ha sido corrompido a partir de la nefasta emancipación de los judíos llevada a cabo por el liberal Hardenberg, mediante la cual los judíos se apoderaron de los puestos claves en todas las áreas de la Nación.
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